El día 13 de junio del año en curso, los Ministros de Energía de la UE, reunidos en Luxemburgo, acordaron la reforma de los biocombustibles alternativos, frente a la norma antigua, que autorizaba la producción de biocombustibles a base de cultivos comestibles, simple y llanamente, porque compiten con la producción de alimentos. A continuación, les mostramos el contenido del cable fechado el día 13/06.
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Los ministros
  europeos de Energía de la Unión Europea (UE) lograron hoy un acuerdo sobre la
  reforma de la política comunitaria sobre biocombustibles, pese a las
  reticencias iniciales de países como España. 
Los
  biocombustibles tradicionales, hechos a partir de cultivos, son mirados con
  recelo por algunos Estados miembros porque consideran que compiten con la
  producción de alimentos y que fomentan la deforestación y, por tanto, acaban
  con el servicio natural que prestan los bosques como sumideros de dióxido de
  carbono (CO2). 
Las normas
  que respaldaron hoy los Veintiocho en su reunión de Luxemburgo, y que aún
  deben ser adoptadas de manera formal por el Consejo, apoyan el uso de
  biocombustibles alternativos, fabricados a partir de paja o desechos, aunque
  no tienen carácter obligatorio. 
España,
  inicialmente mostró sus reticencias a la propuesta por considerar que podría
  perjudicar a los países que han invertido en biocombustibles tradicionales,
  pero finalmente se mostró dispuesta a apoyar la reforma. 
La
  presidencia griega de turno de la UE modificó la propuesta inicial de la
  Comisión Europea (CE) sobre estas normas, que no logró el apoyo de los
  Veintiocho, para integrar la visión de los países que defienden los biocombustibles
  alternativos, pero también dar flexibilidad a los que han optado por los
  tradicionales. 
La Comisión
  Europea planteó originariamente que los biocombustibles provenientes de
  cultivos como el maíz, el trigo, la remolacha o la colza, que pueden interferir
  en la producción de alimentos, supusieran como máximo un 5 % de la energía
  renovable usada en el transporte en 2020. 
El 5 %
  restante debería ser cubierto con biocarburantes de última generación,
  fabricados a partir de residuos y otras fuentes alternativas como la paja,
  que emiten menos gases de efecto invernadero que los combustibles fósiles, u
  otras fuentes limpias como el hidrógeno o la electricidad. 
Según el
  acuerdo de hoy, se eleva ese umbral para biocombustibles tradicionales al 7
  %, pero se incluye también un objetivo voluntario del 0,5 % para los de nueva
  generación que antes no existía. 
Los países
  tendrán, por otro lado, que medir el impacto indirecto sobre el aumento de
  emisiones de gases de efecto invernadero que genera la producción de biocombustibles,
  por ejemplo si se tala un bosque para dedicar los terrenos a estos cultivos,
  lo que se conoce como "emisiones indirectas ILUC" (sobre cambio
  indirecto del uso de la tierra). 
El acuerdo de
  hoy ya ha sido criticado por Oxfam, que considera que es "un asalto
  descarado al sentido común". 
"En un
  mundo hambriento, la eliminación del uso de los alimentos como combustible es
  la única cosa sensata que se puede hacer", señaló en un comunicado el
  experto de la organización en biocombutibles, Marc-Olivier Herman, quien
  confió en que la propuesta pueda ser mejorada cuando llegue al nuevo
  Parlamento Europeo. 
La ONG
  ecologista Transport & Environment (T&E) recalcó que esta reforma
  protege a los biofueles tradicionales, que emiten más CO2 que los
  combustibles fósiles a los que están dirigidos a sustituir. | 
 
 
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